Tras el entusiasmo de hace 10 años ha llegado la atonía del olvido y la desgana de lo habitual. El flamenco navega como toda la cultura andaluza por un espacio semiabandonado pero sacando fuerzas de donde se puede.

16 DE NOVIEMBRE DE 2020

Décimo aniversario de la Declaración del Flamenco como patrimonio de la humanidad.

Resulta evidente que han pasado 10 años de esa declaración y no hay un balance positivo en cuanto apoyo al flamenco se refiere.

El flamenco existe y se desarrolla más allá de ese reconocimiento. Un reconocimiento acogido con gran alegría en su momento, pero que de alguna manera se ha quedado, en ocasiones, como un recuerdo del pasado y no como un impulso a una realidad cultural que debería ser apoyada tanto por las administraciones como por la sociedad en sí misma.

Tampoco hay que extrañarse de esto porque, en términos generales, la cultura no es considerada como un valor que impulsa una sociedad más justa y más diversa. Solo hay que ver el escaso apoyo que el mundo cultural está recibiendo en estos momentos de crisis.

Y más allá de declaraciones rimbombantes y triunfalistas, la cultura andaluza va de capa caída, en cuanto a apoyos públicos y privados se refiere. A veces, incluso, se hace un uso productivista de la cultura andaluza, cuando se la considera como un aliciente del turismo y de otras actividades que no la colocan en el frontal de esta sociedad. 

Se olvida de manera permanente, que la cultura, en general y, en particular, el flamenco forma parte del patrimonio andaluz. Una tierra como Andalucía, donde el mestizaje es una realidad palpable y es una riqueza propia de nuestra gente, la cultura es clave para entenderla y dentro de ella el flamenco es una maravillosa muestra de ese mestizaje. No es posible entender la diversidad andaluza sin conocer el patrimonio que proporciona el flamenco en todas sus visiones. 

Avanzar en una sociedad andaluza más libre, más viva y más justa precisa de un apoyo social y político de la cultura andaluza y para ello es imprescindible expandir el flamenco como un espacio de sensaciones, sentimientos, rebeldía y proclamas tan serias como esta letra de Moreno Galván, en la voz de Menese “Sin la fatiga y la miseria de un probe no podrá un rico vivir”. Como este se podría difundir muchísimas otras manifestaciones flamencas, que proponen caminos menos ortodoxos, pero no por ello menos importantes.

Una promoción adecuada y seria del flamenco apoyándose en las peñas y teniendo en cuenta todas sus facetas sería un gran objetivo a cumplir y daría un impulso real a ese patrimonio andaluz.