Este es un artículo de opinión de Tomás Maeso Diez

La energía ni se crea, ni se destruye, solamente se transforma. Es una ley que nos dice que la energía no es en sí un bien de mercado.

La energía ha generado montañas, tormentas, vida… Originariamente el concepto de energía se definía tan solo como la “capacidad” de realizar un trabajo. En sí se podría asumir esto, pero la conceptuación es mucho más amplia porque no consiste en hacer o deshacer. La energía está antes de hacer cualquier cosa y después, es invisible, es eterna. Esto es un recurso natural que en sí es esencial para la vida y no un bien de mercado con el que negociar o más bien chantajear a cualquier sociedad.

La electricidad conocida desde siempre fue ampliamente estudiada en el siglo XVII, pero hasta finales del XIX no se le dio el pragmatismo económico gracias a la invención de la máquina de vapor, el alternador de Tesla y los estudios de magnetismo.

La primera incursión en las renovables la hizo Tesla en las cataratas del Niagara donde instalo los alternadores que convertían el movimiento de unas hélices de un rotor bobinado en energía eléctrica mediante la inducción magnética.

Tesla fue un inventor que se puede considerar como genio de la humanidad, comparable con Arquímedes o Newton, cuya labor la hizo hasta filosófica. Su afán era proporcionar energía eléctrica a todo el mundo de manera gratuita o, por lo menos, al menor coste. Cual fue el problema: la energía que se inició como transformación de recursos renovables se mercantilizo por un capitalismo devorador que hoy en día se niega a desaparecer cuando se sabe que un sistema económico no es compatible con la vida. Siempre se ha dicho que el dinero como tal no se come.

Iniciativa del Pueblo Andaluz, nació en el año 2016, como respuesta a un sistema de partidos centrados en el discurso capitalista donde se ponía como referente a seguir la senda del crecimiento económico. En sus bases ideológicas planteaba con claridad que hoy por hoy la sociedad para progresar debe basarse en la calidad de vida, no en su calidad consumista, lo que resumimos en que para vivir no podemos ser esquilmadores de nuestro propio ecosistema.

En nuestro planteamiento ideológico mencionamos específicamente que para el cambio que perseguimos se hacen necesarias políticas donde se plantee la no dependencia de nadie a ningún ente económico. En la cuestión que afecta a este escrito hablamos de que el paso a las energías renovables, por medio de la autoproducción y autoconsumo, eran vitales para romper la falta de recursos que hagan una Andalucía próspera, industrializada en lo cercano, etc.

Hoy por hoy, lo que debiera ser una gran noticia con el relanzamiento en pro de la generación de energía eléctrica por medio de las renovables, por culpa del mercadeo, se está tornando en un gran problema social y climático o ecológico.

¿Es un problema social?, como antaño lo fue la desamortización territorial en Andalucía, con la aparición de los latifundistas venidos de las grandes ciudades, generando un servilismo jornalero en nuestros pueblos andaluces; hoy lo hacen esas empresas que menospreciando al sector primario (el que nos alimenta y cuida de nuestros suelos), quieren implantar hectáreas y hectáreas de placas solares o molinos eólicos (aunque en este artículo me centraré más específicamente en lo fotovoltaico) con la excusa de una descarbonización y de que son tiempos de hacer actuaciones en pro de luchar contra el cambio climático. Cuando todo eso es la gran mentira que nos atenaza y que quieren que la veamos como una verdad. Es un problema social porque va a desplazar a miles de personas, despoblando lo rural, de sus modos de vida y de trabajo. Hoy por hoy se están expropiando tierras a miles de gentes.

Pero también es un problema ecológico que agrava el aumento de temperatura. Es cierto que no se generarán gases perjudiciales para el clima mientras estén en uso las instalaciones (en su fabricación o hoy inexistente reciclaje, si se generan esos gases). Pero, centrándonos en el matiz de nuestro suelo, tan cierto es, y más aún, que para la implantación de este tipo de instalaciones en nuestros campos se requerirá el desbroce vegetativo del suelo y la pérdida de biodiversidad nutricional del suelo. Escribimos “suelo” porque es un recurso no renovable que cuando se pierde al poner todos los medios para su desertización no se va a recuperar nunca. Hay gente que habla del suelo menospreciándolo, etiquetando el de secano (por cierto, la mayor parte del territorio andaluz es de este tipo) como un suelo inerte, desértico, donde su uso para la agricultura o la silvicultura es nulo. Pues no, el suelo nos sirve, lo que no es de recibo incentivar los territorios desérticos que a la larga aumentan la temperatura si o si, tanto o más que el aumento generado por los gases de combustibles fósiles. En Andalucía uno de los mayores problemas que tenemos es la falta de suelos y el avance de la desertización por el uso indebido de los mismos; haciendo regadíos donde nunca debieron estar, cultivando en pendientes donde debiera estar establecido el bosque mediterráneo. Hay que poner en el centro de la discusión la protección de los usos culturales de los territorios y su riqueza natural. Por cierto, para quien se crea que esto de poner plantas industriales fotovoltaicas se puede hacer en suelos de secano no ha observado un pequeño detalle que es el uso masivo de agua para su propio desarrollo (necesitan agua en su limpieza para ser eficientes).

Desde Iniciativa del Pueblo Andaluz apostamos por las renovables y debemos hacerlo porque es la única salida viable a nuestro pueblo, al territorio andaluz. El matiz es que nuestra apuesta es por un sistema basado en la autoproducción y el autoconsumo. Donde la gente es quien participa anulando el servilismo a un contador eléctrico que le dice cuanto a de trabajar para usar lo que es suyo por ser, insistimos, un recurso natural vital como lo es el agua, el aire o la comida. Nuestra propuesta pivota en torno a que la energía eléctrica debe generarse en espacios degradados al máximo, en zonas consideradas como urbanizadas (tejados, parasoles en aparcamientos, cubiertas de industrias, zonas de descanso en carreteras, en las mismas carreteras cambiando ese sombreado arbóreo por un sombreado fotovoltaico -sin arrancar los árboles-, etc) y, hasta en pequeñas instalaciones fuera de lo que consideraríamos zonas urbanizadas pero con el matiz de aportar energía a lo cercano, nunca para vender a terceros países como hoy se plantea en el organigrama de un oligopolio con puertas giratorias, que se resiste a desaparecer gracias a sus influencias en los gobiernos que hasta hoy han gobernado (o gobiernan) este país. Nos referimos a lo que se suele llamar como quilómetro cero. Pedimos un sistema eléctrico racional, planificado, no agresivo con el territorio con la mínima incidencia medioambiental al mismo; lo que en si trabajaremos es por un sistema eléctrico distributivo, distribuido y justo.

Una transición energética no se puede desarrollar con la base del deseo o la ilusión. En los ochenta, por lo menos para quienes escribimos esto, soñábamos con un mundo sin nucleares, sin centrales térmicas… en los noventa luchábamos contra las centrales de ciclo combinado y la generación de energía por medio de la incineración de basuras, por poner ejemplos claros.

Hoy en pleno siglo XXI por las circunstancias evidentes de una situación insostenible de calentamiento del planeta estamos luchando por lo mismo. Hoy es cierto que se ha planteado un plan de implantación de herramientas para la obtención de energía eléctrica. En Málaga unas trescientas propuestas de megaplantas fotovoltaicas, ocupando lo mejor del territorio natural malacitano, con plantas que ocuparán un espacio como el municipio urbano de Fuengirola (fragmentadas para no asustar y, a la vez eludir, el posible control legislativo que de alguna manera les pueda impedir sus puestas en funcionamiento). Pues se ha dado un buen órdago al territorio. La propuesta energética no se debe concernir al avance tecnológico para seguir con lo mismo de siempre: un sistema insostenible por estar planteado como hemos dicho en el crecimiento ilimitado. La oportunidad la tenemos hoy, incluso gracias a la propia tecnología, que nos permite cubrir nuestras necesidades rompiendo el discurso capitalista del crecimiento a ninguna parte. Gracias a la propia tecnología podemos instalar allí donde queramos nuestras fuentes de obtención de energía según nuestras propias necesidades alejándonos de los que su objetivo es la acumulación de la riqueza en sus propias manos o bolsillos. Las gentes, lo único que debería importar a cualquier propuesta política, se convierten de meras consumidoras a productoras. Resumiendo lo que se plantea es fácil de entender y es terminar con esos entes que hasta hoy a lo que se han dedicado es a especular empobreciendo a las gentes que nos preocupan. Y como se decía al inicio de este párrafo no podemos establecer un planteamiento energético basado en el falso discurso de las ilusiones o anhelos como en sí ha insinuado Xavier Pastor (antiguo director ejecutivo de Greenpeace España) cuando habla de la nostalgia de un movimiento, al que hoy no entiende cuando se manifiesta, que ha trabajado en las calles contra las nucleares o la generación de energías sucias, esa gente actuaba desde la perspectiva de la protección de nuestro territorio que es lo que hoy está en peligro, con el planteamiento de algunas personas más centradas en desarrollar un simple negocio sustentado por fondos de inversión cuyo único objetivo es generar nuevas fortunas dinerarias o sustentar las existentes.

En Iniciativa del Pueblo Andaluz lo tenemos muy claro; nuestra fuerza es estar junto al tejido social que trabaja por gente no dependiente, por una Andalucía rica donde su gente tenga un mejor futuro. Ese y no otro es nuestro COMPROMISO CON ANDALUCÍA. Por todo ello pedimos:

1. Que nuestros gobernantes establezcan una moratoria a las diferentes propuestas de instalación de megaplantas fotovoltaicas y eólicas en los términos planteados por el colectivo Aliente. No se puede entender un plan energético elaborado a espaldas de la ciencia y de la ciudadanía. Hay que establecer las necesidades y las reglas del juego para evitar el pillaje que hoy está sucediendo. Esto no es una oportunidad de inversión y amortización; debemos asumir la oportunidad de poder tener un futuro mejor cambiando el propio sistema de producción destructivo como hoy lo entendemos.

2. Tenemos que generar el discurso político de que el progreso basado en lo local, en el quilómetro cero es posible y es el único que puede generar calidad de vida a las gentes que conviven en un territorio. La energía eléctrica debe generarse en plantas locales, en los tejados y allí donde no sean necesarias infraestructuras basadas en el propio mercadeo capitalista. Aquí no nos vale vender energía para ser usada en un polígono industrial a novecientos quilómetros (hay que acabar con esas líneas interminables de cables que atraviesan nuestros campos). La energía producida debe ser usada en la cercanía para que su valor añadido beneficie a las gentes que producen su propia energía. Lo que no se puede es apostar por el despoblamiento de los territorios como hoy se está produciendo con la implantación del oligopolio de las renovables.

Hay que invertir en las renovables, pero en la concepción distribuida. Las protagonistas de las renovables debemos ser millones, deben existir millones de actores para que nuestro recibo de la luz, entre otras cosas, baje sin más. Se tienen que aportar todos los recursos económicos posibles desde las administraciones públicas. No como está sucediendo hoy en día donde los fondos europeos los están destinando a seguir manteniendo ciertas empresas monopolistas con muy poca repercusión en la generación de la riqueza.

Tenemos que ser pedagógicos para explicar que debemos apostar por la eficiencia en comunidad. Hay que implementar en todos los espacios donde tengamos influencia las ganas de trabajar por no depender de nadie: planteando entidades locales de producción de energía generando incluso empresas que hagan posible esto.

3. El desmantelamiento del cementerio nuclear de El Cabril (Hornachuelos, Córdoba) y el cierre progresivo de todas las centrales nucleares existentes en el territorio español. La apuesta como hemos dicho siempre debe estar en las energías no sucias.

4. Y, por último, debemos ser consecuentes estableciendo ya la idea para que la gente comprenda que la solución no está en un crecimiento continuo. Tampoco hablamos de decrecimiento. Lo que decimos es que uno debe vivir con lo necesario sin necesidad de tener que esquilmar a nuestro planeta y a las generaciones futuras.